Lo que hasta hace poco era una herramienta para responder preguntas, redactar textos o revisar código, ahora se está convirtiendo en algo mucho más ambicioso. Con el lanzamiento de ChatGPT Agent, OpenAI no solo actualiza su producto estrella: redefine el rol mismo de la inteligencia artificial en el trabajo digital.

La diferencia no es menor. Mientras las versiones anteriores de ChatGPT respondían reactivamente a comandos del usuario, el nuevo Agent puede planificar, ejecutar tareas autónomas, coordinar pasos complejos y mantener el contexto a lo largo de sesiones extensas. En otras palabras, ya no es solo un chatbot: es un agente operativo capaz de trabajar por nosotros.

Según OpenAI, los usuarios de ChatGPT Pro ya tienen acceso a esta funcionalidad. El despliegue continuará en las próximas semanas para los usuarios Plus, Team, Enterprise y el sector educativo. Pero más allá del calendario, lo importante es el horizonte que se abre.

ChatGPT Agent puede, por ejemplo:

  • Navegar sitios web, comparar productos y extraer información relevante.
  • Ejecutar scripts de terminal o comandos complejos en entornos simulados.
  • Llamar a APIs externas e integrar datos en tiempo real.
  • Editar documentos, generar presentaciones y completar hojas de cálculo.
  • Mantener la lógica de un proyecto activo durante múltiples interacciones.

Todo esto en un entorno natural, sin necesidad de saber programar. El usuario solo indica lo que quiere lograr —“hazme un resumen de estas 3 noticias y crea una diapositiva”, “conecta estos datos y sugiere tres visualizaciones”, “compárame precios y políticas de devolución”— y el agente organiza, decide, prioriza y responde.

En las pruebas internas, OpenAI afirma que su agente supera ampliamente a otros asistentes comerciales en tareas compuestas y proyectos que requieren persistencia. En el benchmark SpreadsheetBench, por ejemplo, el ChatGPT Agent logró un 45,5 % de precisión en tareas de hojas de cálculo, más del doble que Copilot de Microsoft (20 %).
Fuente: OpenAI

Además, startups como Divisual ya lo están utilizando para convertir largos briefings de cliente en presentaciones editadas y listas para enviar en minutos. Equipos financieros lo usan para modelar datos cruzados entre múltiples fuentes. Algunos incluso lo están probando como coordinador de proyectos internos: sigue hilos, detecta bloqueos, sugiere soluciones y agenda pasos.

¿Estamos viendo el surgimiento del primer “junior digital” con autonomía ejecutiva?

OpenAI lo presenta como el inicio de una nueva generación de agentes inteligentes. Modelos que no solo procesan lenguaje, sino que combinan habilidades de navegación, visión, razonamiento simbólico y acción secuencial, como un trabajador digital con memoria funcional. Aunque aún no tiene acceso a todas las herramientas a la vez (por razones de seguridad), el roadmap apunta a un sistema que pueda operar en entornos cada vez más abiertos y críticos.

Pero con esta evolución también crecen los interrogantes.

¿Qué tipo de trabajo vamos a delegar a estos agentes? ¿Podrán realmente actuar con criterio o solo simularlo? ¿Cómo evaluamos su desempeño cuando ya no solo “responden”, sino que deciden por nosotros en flujos completos?

Más aún: si los agentes digitales pueden operar sin supervisión constante, ¿qué tipo de confianza requerimos para ponerlos a cargo de nuestras tareas?

Lo cierto es que ChatGPT Agent inaugura una nueva fase en la relación entre humanos y máquinas. No es el primer intento de automatizar procesos —desde Zapier hasta RPA, pasando por n8n o IFTTT— pero sí el primero en ofrecer una capa de razonamiento conversacional encima de múltiples herramientas técnicas.

La ventaja no es solo técnica. Es psicológica. El usuario siente que colabora con una mente que comprende su propósito, no con una serie de pasos preconfigurados. La promesa ya no es solo “haz esta tarea”, sino “entiende lo que quiero lograr y hazlo como lo haría yo, o mejor”.

Desde nuestra perspectiva, este es uno de los cambios más relevantes del ecosistema IA en 2025. Porque no se trata solo de potencia computacional o benchmarks, sino de una nueva forma de externalizar la voluntad. La IA no solo ejecuta, sino que organiza, interpreta y toma iniciativa.

Eso implica repensar no solo la productividad, sino también la autoría, la confianza y la supervisión. Si hasta ahora la pregunta era qué puede hacer la IA por nosotros, quizás ahora sea: ¿qué queremos seguir haciendo nosotros, aunque no haga falta?

Ese umbral no es técnico. Es cultural. Y con ChatGPT Agent, ya lo hemos cruzado.