En los últimos meses, China ha intensificado su inversión en una forma muy concreta de inteligencia artificial: aquella que no solo se queda en algoritmos invisibles, sino que se materializa en objetos cotidianos que interactúan con las personas. Drones, robots humanoides y vehículos autónomos comienzan a poblar no solo centros de innovación, sino también calles, restaurantes y fábricas. Esta estrategia, conocida como IA encarnada (o embodied AI), ya está impactando de forma directa en la vida diaria de millones de ciudadanos chinos.
Una revolución visible
Las imágenes son cada vez más frecuentes: drones que entregan pedidos en áreas urbanas densas, robots que limpian calles o sirven en restaurantes, y humanoides que colaboran en líneas de producción o tareas administrativas. Empresas como Meituan, conocida por su servicio de delivery, y Unitree, fabricante de robots de cuatro patas y humanoides, están liderando una transformación tecnológica que no se queda en laboratorios o entornos académicos.
Pero el factor más llamativo es que estos dispositivos no son parte de exhibiciones tecnológicas ocasionales: ya forman parte del paisaje cotidiano en varias ciudades chinas. No es una prueba piloto; es una implementación progresiva, silenciosa y firme.
Un gobierno con objetivos claros
Esta aceleración tecnológica no es casual. La presión geopolítica internacional y las restricciones tecnológicas impuestas por países occidentales han motivado a China a desarrollar su propia infraestructura tecnológica. Y para lograrlo, el gobierno ha promovido iniciativas de autosuficiencia en innovación, apoyando directamente a las empresas que lideran esta nueva ola de automatización urbana.
La IA encarnada representa, para China, una forma de capitalizar su ya avanzada infraestructura urbana, agilizando tareas, mejorando servicios públicos y haciendo más eficientes los procesos industriales.
¿Y la sociedad?
Uno de los aspectos más fascinantes —y debatidos— de esta revolución es cómo la sociedad china la está asimilando. A diferencia de otras partes del mundo, donde la llegada de la IA física suele generar escepticismo o incluso rechazo, en China parece haber una aceptación mayor. El pragmatismo y la orientación a la eficiencia que caracteriza muchas políticas urbanas en el país encajan bien con una visión donde los robots ayudan a mantener limpias las calles, hacen entregas más rápidas o patrullan áreas públicas.
Sin embargo, también surgen preocupaciones: ¿qué pasa con los empleos que estos robots reemplazan?, ¿cuál es el límite en términos de vigilancia y privacidad?, ¿se está generando dependencia de una tecnología que aún no está completamente madura?
Una mirada desde Occidente
Desde países como España o los de América Latina, observar estos avances puede parecer una escena sacada de una película de ciencia ficción. Pero lo cierto es que lo que hoy vemos en ciudades chinas podría comenzar a replicarse en otras partes del mundo antes de lo que pensamos. Las tecnologías que funcionan bien, se escalan. Y cuando además resuelven problemas reales —como la congestión de tráfico, la escasez de mano de obra o la gestión logística—, la adopción suele ser solo cuestión de tiempo.
Por supuesto, el contexto regulatorio, cultural y económico de cada país influirá en el ritmo de esa adopción. Pero la tendencia es clara: la IA dejará de ser solo software para convertirse también en hardware inteligente que camina, vuela, observa, entrega, habla y asiste.
En Data Innovation…
Creemos que este tipo de avances nos obligan a mirar más allá del corto plazo. La IA encarnada es una de las manifestaciones más tangibles de lo que puede hacer la tecnología cuando se integra con inteligencia, diseño y visión de futuro. Pero también es un recordatorio de que no todo avance tecnológico es automáticamente positivo. Es fundamental que su implementación se haga con responsabilidad, transparencia y foco en el bienestar colectivo.
Lo emocionante es que estamos ante una nueva frontera. Y como toda frontera, viene cargada de desafíos, pero también de oportunidades para crear una sociedad más ágil, segura y eficiente. La pregunta no es si esto llegará a nuestro entorno, sino cuándo y cómo queremos integrarlo de forma que potencie lo que ya hacemos bien.
Fuente: The Guardian – “Embodied AI is reshaping daily life in China”